La Asociación Terraplanista promueve, como es sabido, un mito falso: que la Tierra es plana. Fue fundada por Samuel Shenton en 1956 y dirigida desde 1971 por Charles K. Johnson, que falleció en 2001, para ser reeditada por Daniel Shenton en 2004, así que goza de buena salud. La idea había nacido, según parece un siglo y medio antes, con el excéntrico Samuel Birley Rowbotham, apoyándose en la interpretación literal de ciertos pasajes bíblicos.
Es un desvarío de nuestro tiempo, pero no es eso lo que pretendo resaltar, sino otro desvarío no menor, a saber, que los medievales sostuvieron la misma idea porque habían despreciado el saber de la Antigüedad. Un desvarío que vuela libre no sólo en Internet, sino en algunas historias actuales de la astronomía.
Haga usted la prueba siguiente. Pregunte a cualquier persona medianamente instruida, o incluso con conocimientos superiores a la media, qué pensaron de esto los hombres durante los más de diez siglos “oscuros” que van de la luz clásica greco-romana al Renacimiento, y encontrará que su opinión se sustenta más o menos en este razonamiento: la Iglesia es contraria a la ciencia, de lo cual es un ejemplo el caso de Galileo o el de Darwin; la ciencia ha defendido siempre que la Tierra es esférica; luego la Iglesia, opuesta siempre al pensamiento científico, ha inculcado durante todo ese tiempo en las mentes de los hombres la convicción de que la Tierra es plana.
Pero san Isidoro de Sevilla quiso saber cuánto mide el Ecuador terrestre y concluyó que unos ochenta mil estadios. Esa cifra apenas tiene importancia, aunque no se aleja demasiado de la medida correcta. Importa más comprobar que si se propuso hacerlo es porque sabía que el planeta es esférico. San Isidoro nació el año 556 y falleció el 636.
Antes que él, Orígenes (184-253) y san Ambrosio (340-397) habían mantenido lo mismo. San Agustín (354-430) tuvo sus dudas, pero se inclinó por la tesis de la esfericidad. Supo que Lactancio había creído que el planeta tiene forma de tabernáculo, pero también supo que los griegos habían defendido en su mayoría su esfericidad. Razonó que la tesis de Lactancio, basada en el Antiguo Testamento, no debe tomarse en serio, pues las descripciones bíblicas son muchas veces metafóricas, de modo que se inclinó por la tesis antigua, aunque dejó dicho que para la salvación del alma no importa que tenga una u otra figura.
Posteriormente se mostraron convencidos de la esfericidad “Alberto Magno, Tomás de Aquino, Roger Bacon y Juan de Sacrobosco, por citar sólo algunos nombres”[1]. En el mismo siglo XIII de Alberto Magno y el Aquinate, dejó escrito Alfonso X el Sabio en su General Estoria: “Sabida cosa es por razón e por natura, e los sabios assí lo mostraron por sos libros, que como el mundo es fecho redondo que otrossí es redonda la tierra”.
La Universidad de Salamanca fue quizá la primera en introducir el heliocentrismo de Copérnico, en el que no es posible una tierra que no sea redonda, en sus planes de estudios. Sin embargo, muchos siguen creyendo que los sabios de aquella Universidad se opusieron a los planes de Colón porque pensaban que un viaje hacia el Oeste llevaría a las carabelas al precipicio del final del disco terráqueo.
De lo cual puede colegirse que el mundo cristiano, incluido el hispánico, no se ha separado nunca de la astronomía griega. En consecuencia, nada hay aquí que deba ser explicado. Lo que sí merece explicación es el mito contemporáneo de la estulticia cristiana medieval, que habría arrastrado a las gentes lejos del saber.
[1] V. Eco, U., Historia de las tierras y los lugares legendarios, trad. M. P. Irazazábal, Lumen, Barcelona, cap. 1.