
España en 1930
La caída de Alfonso XIII y la proclamación de la Segunda República no fueron producto de la desesperación de los más oprimidos, sino de la impaciencia de aquellos que habían creído en el progreso y lo vieron frenado. España, como tantas veces en la historia, demostró que las revoluciones surgen no cuando todo está perdido, sino cuando el futuro prometido parece escaparse de las manos.