La teoría de lo grande, lejos de contradecir a la anterior, que expliqué sucintamente en un artículo precedente, la complementa al afirmar que el universo se encuentra en un estado de violenta explosión. Como consecuencia, las galaxias se alejan unas de otras a velocidades cercanas a la de la luz, según la explicación del Big Bang. Dentro de las galaxias, las estrellas alcanzan velocidades cercanas a los cien kilómetros por segundo, lo que equivale a unos diez mil millones de kilómetros anuales. Sin embargo, no percibimos estos movimientos vertiginosos porque las distancias son tan inmensas que no podemos observar cambios significativos en sus posiciones. Para ilustrarlo, basta con un ejemplo: la estrella de Barnard, situada a 56 billones de kilómetros (5,96 años luz), se desplaza a 89 kilómetros por segundo. Esto equivale a una velocidad anual de 2.800 millones de kilómetros, lo que provoca un cambio en su posición respecto a nosotros de apenas 29 milésimas de grado, una variación imperceptible a simple vista.
Mientras tanto, persiste la incertidumbre sobre si el universo es finito o infinito. Como era de esperarse, las controversias al respecto no han cesado. Un universo finito estaría replegado sobre sí mismo, sería ilimitado y, en él, la línea recta carecería de realidad. Esta es la tesis de la curvatura del espacio, adoptada por muchos científicos actuales, que posee una innegable superioridad estética frente a la tesis contraria: la infinitud real del universo. Un espacio de cuatro dimensiones, donde el tiempo es la cuarta, resulta más atractivo que el euclidiano de tres, aunque, lamentablemente, nada puede demostrarse de manera concluyente. Pese a ello, algunos teóricos se atreven a aventurar cálculos, como el número total de átomos que podría contener el universo (10⁷⁸) o el radio actual del universo (10²⁸ centímetros), entre otros. Un universo así escapa a nuestra imaginación.
Esto no ha impedido alcanzar conocimientos asombrosos. Se han determinado características generales de los astros, como su masa, temperatura y composición. Se ha descubierto de qué están hechos, identificado la fuente de la energía estelar, reconstruido su pasado y previsto su futuro.
Todo esto describe el universo físico al que pertenece el ser humano, quien no es un mero habitante, sino una parte integral de este, compuesto de los mismos materiales que todo lo demás: polvo de estrellas. Así se definen todos los seres naturales, objeto de estudio de una rama de la metafísica: la cosmología racional.