El sueño de fabricar un hombre es antiguo. No me remonto a su historia. La abrevio ciñéndome a un poema de Borges que habla de cómo Judá León, rabino en Praga, quiso descifrar el terrible nombre de Dios que supieron Adán en el Jardín y las estrellas, un nombre de unas cuatas vocales y consonantes que cifre el saber y la omnipotencia divinas.
Permutando letras, incansable, en largas noches de la judería, lo encontró por fin, lo pronunció y creó un ser que llamó Golem. Debió cometer alguna falta de ortografía, porque aquel ser, con ojos más de perro que de hombre, al que trató de enseñar el universo (“esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga”) alcanzó, después de muchos años de vano aprendizaje a barrer mal que bien la sinagoga.
El sueño antiguo ha dado ahora en la idea de un organismo cibernético, un Cyborg. Ahora es la biología combinada con la fabricación de máquinas la que indaga cómo fusionar el organismo y el artificio para crear un nuevo ser, un hombre mejorado que no padezca enfermedades, que tenga sus capacidades físicas y mentales elevadas hasta lo irreconocible, cuya vida se prolongue más de cien años, o llegue a no morir nunca.
José Luis Cordeiro, uno de los que ha tomado el relevo a Judá Leví en este empeño, profesor de la Universidad de la Singularidad de Silicon Valley, dirigida por Ray Kurzweil y patrocinada por Google y por la NASA, dice que el primer inmortal vive ya entre nosotros. El envejecimiento será, a su juicio, una enfermedad curable desde el año 2045.
Para crear el Golem ya no hará falta recurrir a la cábala y encontrar el nombre oculto de Dios mediante combinaciones de letras, pues será el fruto de las ciencias y tecnologías transhumanistas. Su cuerpo, mezcla de elementos biológicos y mecánicos, ya se está gestando, dicen. Hay personas con marcapasos, implantes cocleares para la audición, extremidades robóticas controladas por el cerebro, películas y novelas que lo anticipan. Se le podría hasta inducir la mente de alguien ya fallecido, sus recuerdos, ideas, emociones.
Y uno se pregunta: un humano así ¿sentirá la suave brisa del atardecer o la melancolía de un día de lluvia, o será como el Golem, algo tosco y animal, que hacía que el gato se escondiera?
